La figura paterna en tu vida
- Doraliz Aranda
- hace 10 horas
- 3 Min. de lectura
Desde hace unas semanas he colocado un betún al costado de la puerta de entrada de mi hogar. Lo he colocado de manera simbólica para acordarme de mi padre.
En casa siempre tuvimos un betún negro y otro marrón para betunar nuestros zapatos para la escuela, el colegio y luego el trabajo.
Sólo recientemente he tomado conciencia de lo que se ha incorporado en mí de mi padre, y de la percepción que tengo de “un padre” gracias a mis años con las dos figuras masculinas con las que crecí.
Mi percepción de la figura paterna está divida en dos reflejos diferentes.
Tuve una infancia con un padre ausente por los primeros 10 años, pero no sentí esa ausencia porque ese espacio fue rellenado por mi abuelo, un hombre viejo, cariñoso en abundancia.
Crecí sentada en su regazo, mimada, acurrucada en brazos, pero a la vez con el temor a un arreador que tenía colgado en el zaguán, que nunca fue usado.
Sin embargo, la amenaza estaba allí si nos escapábamos a la siesta, o no volvíamos de jugar caída la noche.
Abuelo era agricultor en Mbuyapey, vivíamos en el campo, él estaba presente física y emocionalmente a pesar de su trabajo en la chacra y era también disciplinario, con amenaza de castigo físico, pero sin usarlo. Con él se trataba de castigo verbal y amenazas.
Luego reapareció mi padre biológico en mi vida, y me llevó a vivir con él a la capital.
También era un padre amoroso, joven, pero mucho más autoritario y disciplinario, él era “lo que se comienza, se termina”. Si no se acataba la orden de inmediato, el castigo era físico y sin titubeos.
Papá era de la armada.
Pero esos momentos de tensión eran ocasionales, tal vez una vez al año, porque nadie se atrevía a un desacato.
Con papá era incuestionable despertarse temprano, actuar con decisión y firmeza, llegar temprano a todo, estar presentable y con los zapatos bien lustrados.
Puertas adentro era un padre amoroso y con gran fe en Dios, y siempre llegaba a fin de mes con dificultad. Su salario era el mismo, independientemente si había trabajado más.
Los estudios me fueron dando la estructura para implementar conocimiento, pero lo que me ha ayudado a desarrollar carrera dos veces ha sido la disciplina, la constancia, la puntualidad, la persistencia y unos zapatos bien lustrados para caminar lejos.
En terapia no dudo en explorar la figura paterna que tiene, o no tiene mi cliente.
¿Tuviste un padre presente?
¿Cómo fue esa presencia?
¿Qué percepción tienes de un padre?
¿Te miró? ¿te escucho? ¿Qué comentarios hizo hacia ti?
Si estuvo ausente física o emocionalmente, eso lo exploro aún más. Un padre puede haber estado ausente debido a una emigración, adicción, encarcelamiento, muerte, abandono, enfermedad física o mental, trabajar demasiado, deudas.
¿Qué habita en ese vacío, en esa falta?
¿Tienes conciencia de ese vacío?
¿Cómo te sientes con ese vacío?
¿Quién llenó ese espacio o cómo lo compensaste?
¿Ese vacío hizo que te atacaras?
¿Cómo eso definió tu relación hacia ti y hacia otros?
¿Cómo eso definió tu relación con el trabajo, con tus propósitos de vida?
¿Cómo afectó tu cuerpo?
Algunas enfermedades autoinmunes están asociadas con la figura paterna ausente, más en las mujeres.
En los hombres la figura paterna también juega un papel crucial, los afecta de manera física, emocional y espiritual para desarrollar complejos positivos o negativos, que muchas veces no tienen conciencia del impacto para desarrollar relaciones hacia sí mismos, y hacia otros, y la fuerza para llegar a objetivos, o no, para ser dicididos, o no.
Cuando alguien introduce durante la charla la palabra “papá” rara vez lo dejo pasar.
Cuando mi padre falleció no asistí a su funeral. Encontré todos los pretextos posibles bajo el sol para no verle en su cajón, para mí sigue vivo, ahora incorporado en mí.
Su carácter y su guía me han llevado lejos en el trabajo, en dos sectores diferentes, gracias “al sentido del deber” que aprendi, y sus claras palabras: “Lo que se comienza se termina... me entendiste?!”.
Pero ese mismo carácter tan bueno para el trabajo, ha sido un problema en mis relaciones de pareja, me volvió sumamente independiente, priorizo el trabajo y el logro de objetivos a mis relaciones personales.
Todo tiene una proyección de luz, y otra de sombra.
Sobre la Autora: Doraliz Aranda es autora y Consejera Terapéutica para adultos y adolescentes, PCT y PCE-CfD, miembro Acreditada del British Association of Counselling and Psychotherapy (BACP). Ella escribe desde Derbyshire Inglaterra. Visita www.doralizaranda.com
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