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Ya no necesitamos viajar a Marte



Me produjo una sorpresa e inquietud cuando mi hija de 11 años me dijo que había visto la publicidad de un app que le permitiría crear un novio digital. Le pregunté que era eso, y me dice, una especie de relación amorosa con un avatar de inteligencia artificial.


Con los ojos muy abiertos quedé estática en la cocina, porque todos sus equipos electrónicos tienen control parental, pero ya no puedo evitar su acceso a tecnología, su escuela le exige tener una pequeña laptop para hacer y enviar tareas.


Cada vez me siento más incómoda en esta tecnología que se va implantando, se ha instalado en mi email, en el WhatsApp, en las redes sociales, en la laptop de mi hija más allá del control parental, y así en cada ámbito de mi vida sin que yo pueda decir "si" o "no", ¿pero cuáles son los riesgos?


El ritmo con el que se mueve pareciera ser de años luz, en relación al ritmo de las regulaciones y acuerdos entre países, imprescindibles para salvaguardar la seguridad de todos.


Pero la inteligencia artificial no viene a respetar fronteras ni los valores o los principios que nos han servido como puntos de referencia por tan largo tiempo.


La miniserie de “adolescentes” de Netflix nos viene a mostrar que estar en su dormitorio en la casa ya no es el lugar más seguro para nuestros hijos.


Las noticias me cuentan sobre una madre en Orlando Florida, que ha llevado a la corte a una compañía de Inteligencia Artificial, ella no estaba al tanto que su hijo tenía una novia digital y su hijo acabó con su propia vida luego de una última conversación.


Yo procuro ir al ritmo acelerado de todo esto, y entender qué son estos novios digitales que primeramente me mencionara mi hija y encuentro el caso de personas adultas que han desarrollado relaciones con avatares digitales y lo llaman acompañantes de Inteligencia Artificial, por lo que veo que no sólo se limita al mundo adolescente.


Encuentro una entrevista a una experta en el tema de tecnología que recomendaría verla para los hispanohablantes para entrar a la madurez que requiere esta conversación y entender mejor a qué nos estamos enfrentando con el rápido desarrollo tecnológico desregulado, no es aconsejable estar ajeno a todo esto.


Abrir nuestras emociones y sentimientos a otro ser ha sido siempre uno de los actos de mayor riesgo, vulnerabilidad y coraje. Y siempre será arriesgado, ya que uno nunca tiene la total certeza y garantías de que aquello llegue a alguna relación, y de serlo, si será o no saludable.


Ahora nos enfrentamos a la conexión romántica con máquinas, un terreno económico fértil para muchas empresas en un mundo donde la soledad se ha vuelto común no solo en la vida de los solteros, divorciados, viudos, jóvenes y adultos de la tercera edad, sino la gran demanda laboral del mundo moderno también produce que las personas en relaciones activas puedan sentirse solas.


Aquí ya no se trata de ignorar lo que no se puede controlar y que alguien más lo resuelva, sino entender cómo esto funciona para prever mecanismos de enfrentamiento desde nuestros hogares ya que el sector se encuentra aún muy desregulado.


Esto es arriesgar la salud mental sin el pleno conocimiento de los riesgos ya que tenemos el preconcepto de que son más inteligentes que nosotros, con ese sesgo positivo no cuestionaremos lo que nos sugiera.

 


Sobre la Autora: Doraliz Aranda es autora y Consejera Terapéutica para adultos y adolescentes, PCT y PCE-CfD, miembro Acreditada del British Association of Counselling and Psychotherapy BACP. Ella escribe desde Derbyshire Inglaterra.

 
 
 

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