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Hembra alfa


Como algunos saben provengo de una familia castrense. Mi padre llegó a un alto rango militar, algo que no me dio mucho privilegio, excepto que crecí en unidades militares, en el mundo de soldados y cadetes.

Admiraba ese mundo masculino, el aire lleno de testosterona y vigorosidad, donde estos hombres jóvenes aprendían a caminar al unísono o me daban una amplia sonrisa cuando notaban que les estaba mirando.

Sin embargo, les hablaba y podía claramente notar que se ponían nerviosos y confundidos. Allí me di cuenta que yo podía resultar intimidante para ellos.

Cuando me había propasado y las cosas salían mal, sonreía y hacia guiños con los ojos para endulzarles de nuevo, los hombres perdonan fácil.

A mí nunca me jorobaron los hombres, tal vez porque sabían que mi padre era francotirador, o porque yo utilizaba a manos llenas el encanto, un atributo femenino infalible.

Pero me repetían una y otra vez “Cuidado con los hombres” y así me fueron infundiendo un miedo hacia ese otro género, quitándome poder y fuerza. La ignorancia nos educa así, a la sumisión, a bajar la espada, y peor, sentir desconfianza de ellos.

Hoy en día vivimos en un mundo con graves problemas de género.

Yo les veía a los hombres como tulipanes, mientras ellos tal vez me veían como una rosa.

Pero ni bien les pude poner las manos encima a esas flores, me encargué de cortar la mayor cantidad posible.

Cuando tienes intimidad con los tulipanes, una, dos, tres veces, comienzan a mirarte como le miran a su madre. La intimidad genera apego, y ahí comienza el problema, con la rosa-reina-madre, hay una invasora en su jardín.

Pero nunca tuve problemas con mis suegras, con todas me llevé estupendo, tal vez porque nunca competí con ellas en el cariño del tulipán. Aunque reconozco que no he tenido suegras difíciles tampoco.

No sé cuál ha sido mi mayor problema, que admiro a todos los hombres, o que se cómo convencerles, algo que me ha dado problemas más de una vez.

A personas como yo, en el mundo masculino le llaman en español, mujeriegos, casanovas, adonis, don juan, sin vergüenza y la lista continúa. Pero a las mujeres no nos ponen nombre parejo en la cultura patriarcal castellana, eso ni pensarlo.

A veces utilizan nombres despreciativos como “canchera”, "baqueana la nena", pero no hace justicia, ni representa la realidad, porque algunas nacemos con la habilidad de seducir, de convencer, y con energía sexual superior al promedio.

Pero una cosa particular es que no te castigan los hombres. Te castigan las mismas hembras, hay una hambrienta en el jardín.

Sin embargo, en inglés tenemos nombre, nos llaman “man eater”, “comedora de hombres”.

Nuestra fuerza no es solo sexual, sino puede también ser intelectual, o emocional.

Por mucho tiempo sentí pena de ser lo que era, lo llevaba con vergüenza, con secretismo, como un gay en el closet que teme ser honesto sobre su sexualidad, por temor a las represalias. Lo mismo ocurre con nosotras. Porque en mi cultura se castiga ser hembra alfa.

Tener la habilidad de convencer fácilmente, no significa tomar la ruta de la promiscuidad. En algún momento llega el juicio y como todo poder, cuando se abusa, no es sano y juega en contra.

En la cultura inglesa existen mujeres alfas en la historia, como Aethelflaed, que le venció a los vikingos en Reino Unido. Boudicca que venció a los Romanos y no pudieron tomar Gran Bretaña. Elizabeth I, la reina que vemos en tantas películas o la Reina Victoria. Pero todas ellas tenian vidas sexuales por arriba del promedio.

También están las Suffragettes, mujeres corajudas que murieron para que pudiéramos tener vos y voto y cambiaron el mundo.

En la historia paraguaya le tenemos a Las Residentas, y recordemos que fuimos las mujeres las que reconstruimos el país luego de la gran guerra y mataran a nuestros hijos.

En la historia reciente argentina, están las Abuelas de Mayo y unas décadas atrás, Eva Perón.

Muchos hombres tratan de vincularse con una hembra alfa, por una creencia tonta de que les transferimos fuerza, pero nuestra fuerza es nuestra.

Todo en la naturaleza existe por igual, macho alfa y hembra alfa, y es bueno que empecemos a tomar conciencia de ello, antes que condenar y castigar.

Un alfa no es un bully, un abusador, sino uno que protege a los miembros, mantiene la paz y mejora la especie.

Tal vez sean alfa tu hermana o tu madre o tu hija, pero le han hecho agachar la cabeza con ideas patriarcales y camina por el mundo sin fuerza. Como el elefante que atan a un poste pequeño por mucho tiempo y luego lo desatan, pero el elefante no se distancia del poste, a pesar de su libertad.

Te educan con “cuidado con los hombres, te agarran una vez y te jodió", o escuchas “pájaro que comió voló” aunque los hechos siempre me demostraron otra cosa “pájaro que comió volvió”, quién no vuelve a un néctar.

Al crecer en un mundo varonil, pude notar su vulnerabilidad y fragilidad. De hecho, tal vez por eso pasan de la decepción al suicidio, sin puntos intermedios. Por eso la mejor terapia para los tulipane

s es ser escuchado.

Las mujeres en cambio, como buenas rosas nos enseñan a llorar, a hablar con nuestras amigas, a escribir diarios, a nutrir, a ir al doctor a tiempo, a mostrar emociones sin vergüenza y eso nos hace en realidad ser más fuerte que ellos, pero nos llaman el sexo débil.

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