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Peregrino de un sendero


Cuando decides emprender el viaje, el camino parece simple al inicio, pero tiene sus riesgos guardados.


No te das cuenta de que el viaje será solitario, que te expondrá a una soledad enorme, que más que soledad será una orfandad insoportable, pero finalmente ha llegado la hora de apreciar tu compañía.


Tendrás que cruzar sobre troncos resbaladizos que te llevarán de una tierra firme a la otra, o atravesarás un puente colgando en el aire con cables y madera vieja, donde cada paso te recordará tu fragilidad.


Pudieran aparecer embaucadores que te despojen de lo que llevas, o peor, te dejan lastimado, o se une un acompañante divertido que al igual que tú desea aventura.


En el trayecto te darás cuenta si tu acompañante es egoísta, o descubres que el egoísta eres tú.


El sendero te va poniendo a prueba, te va colocando frente a frente con partes de ti que desconoces, como tu falta de fe, de paciencia, o tu verdadera falta de confianza.


Pero no tienes mapa, ni mucho menos brújula.


Tendrás noches que no estarás seguro si estas en el sendero correcto. Sin embargo en esas mismas noches oscuras se desplegarán con todo su esplendor las estrellas en el firmamento. Es que las estrellas se dejan ver en los lugares más oscuros.


A veces experimentarás caídas, y estarás allí mirando el suelo y tosiendo el polvo por el tiempo que decidas permanecer abajo, nadie te levantará.


Tendrás que entender por qué has caído. ¿Se debió a un pequeño tronco? ¿O a un bache que no has visto? ¿O te han empujado por una ladera?


Uno puede caer por muchos motivos, pero no importa la caída siempre y cuando la sobrevivas, lo que importa es juntar fuerzas, movilizar tu voluntad, tu motivación interna. Eso te pone nuevamente de pie para continuar tu andar.


En el trayecto vas aprendiendo como el administrar bien tu ración de alimentos. En el sendero no hay puestos para surtirse, ni tú puedes cargar mucho equipaje.


Vas a tener que ir decidiendo de qué despojarte, y qué cargar contigo, o el viaje será fatigante y doloroso.


En el camino irán ocurriendo algunas cosas, a veces les llamaras “buena suerte” cuando te resulten favorables, y en otras no entenderás los motivos de tu mala fortuna. Pero ese es el misterio al cual tendrás que abrirte, a ese lado impredecible, y silencioso que escapa a tu razonamiento, que a veces te sonríe y otras veces se convierte en tu peor oponente antes de otorgarte la riqueza que buscas.


Cada peregrino persigue su propia riqueza.


Para un conquistador de objetivos es llegar a su preciada meta, para un explorador es el sendero, para un observador el poder encontrarse con la constelación de estrellas, para un escritor describir el sendero, y para quien no sabe lo que es, el poder encontrarse y conocerse.


El sendero nunca defrauda, le otorga a cada uno lo que busca, hasta al que no puede ver, le otorga visión del futuro que anhela y le llena de ideales.


Para mí ha sido tanto cambio que ahora casi al final de mi objetivo, me doy cuenta que este nuevo lugar tampoco es para quedarse, me he apasionado por la aventura.


La aventura no es hija del intelecto, ni del razonamiento, sino de la pasión. El que pierde pasión, se pierde del sendero, y deja de vivir.


Todos necesitamos agregar a nuestras vidas novedad y desafío, y perseguir ideales.


Esos ideales determinan la complejidad de tu sendero.


(Desde mediados de marzo "El viaje de regreso a mí" en Amazon, Audible, Kindle & Apple Stores)


Sobre la Autora: Doraliz Aranda escribe desde Derby-Inglaterra. Es autora de 4 libros sobre salud mental y emocional. Para más información visita www.doralizaranda.com/inicio

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