El frágil mundo del bienestar… ¿Por qué escribo sobre salud mental?
El año pasado vi un comercial que me hiso pensar y entender el grado de desinformación que tenemos sobre salud mental. Sobre ese complejo mecanismo que somos los seres humanos y sobre nuestra vulnerabilidad ante tantas situaciones a las que estamos expuestos sin importar nuestro grado académico o posición social.
Aquí me refiero al estrés o a la toxicidad de un ambiente laboral, a las enfermedades físicas de nuestros seres queridos, a las obligaciones financieras, las responsabilidades desproporcionadas en la familia, al desempleo, la muerte súbita de alguien querido, y un sinfín de situaciones que afectan naturalmente nuestra psiquis, en donde “simplemente pensando positivo” no sería suficiente, porque claramente el problema aún continúa allí, frente a nuestros ojos. Al menos que decidas vivir en un mundo paralelo y no asumas responsabilidad, pero hasta eso podría traer sus consecuencias más adelante.
El otro día vi esta publicidad que me llamó mucho la atención en donde las siguientes escenas transcurrían: Abre la puerta de un consultorio médico un paciente que se ha roto una pierna y el doctor le dice – “Regresa a casa, piensa positivo y la pierna sanará”. La siguiente escena muestra a un paciente que llega al doctor con un terrible dolor por gastroenteritis y otro doctor le dice – “Regresa a casa, piensa positivo y el dolor pasará”. La última escena llega un paciente con problemas de depresión y el doctor le dice – “Regresa a casa, piensa positivo y tu mente sanará”.
Era una publicidad sin duda con algo de sarcasmo y bastante cinismo, pero muy cierto. Nuestro grado de desconocimiento sobre salud mental es ridículo, y es tal vez por eso que se ha vuelto epidémico en todo el mundo.
Yo he vivido la depresión, he estado en ese vacío y desierto interno en el que perdí control sobre funciones básicas de mi organismo, como el apetito o el poder dormir y les puedo decir que pensando positivo no fue suficiente. Sobre todo cuando llegas a un nivel severo en donde tienes problemas neuro-químicos en el cerebro, en el que tu propia capacidad para pensar y procesar información está terriblemente afectada.
Me tomó aproximadamente 18 meses recuperarme, y requerí tratamiento farmacológico, psicólogo y adherir otras terapias saludables a mi tratamiento, a la vez de rodearme de personas muy buenas que me entendieron y me dieron fuerzas. Necesité de mucha comunidad y amor, le necesité más que nunca a mi tribu.
Sin embargo, la desinformación y la ignorancia existen y el estigma hacia las personas que han padecido de depresión severa en los países sudamericanos es real, sobre todo en el ambiente laboral. Lo mismo ocurre en otras partes del mundo, como en la cultura árabe y hasta la asiática. Llegamos a pensar que esa persona que lo ha padecido ya no es confiable, es débil, está loco o peor aún que es pesimista. "Todas esas ideas son estigmas".
Me senté un día en un café con una amiga española, mientras escribía mi libro y le pregunté si también en España ocurría esto y me respondió -“Sí, es que quién no ha visto a un loco en algún pueblo con ropa desaliñada corriendo y gritando fuera de control?” y continua –“yo pienso que cuando hablamos de problemas mentales, asociamos inmediatamente con ese tipo de situaciones, sin entender que ansiedad o depresión son otros tipos de problemas mentales y no estamos exactamente locos”.
Una amiga hindú me dice con mucha tristeza que a las personas con depresión o bipolaridad en su cultura, las familias los esconden, los aíslan, por vergüenza y temor al prejuicio social.
Aislar es lo peor que podemos hacer, porque estas enfermedades necesitan de comunidad, de comprensión y sobre todo amor, el apoyo es fundamental. Por eso hoy en día es muy utilizada la psicología compasiva en los trastornos mentales.
Pero también, si entendiéramos cómo funciona nuestro mundo interior y el efecto del estrés en nuestro cuerpo a nivel celular y en nuestros neurotransmisores del cerebro, les aseguro que muy pocas personas estarían dispuestas a exponerse al tipo de trabajos en donde ya en el anuncio dicen: “trabajo bajo presión en un ambiente acelerado”, porque eso equivale a encerrarse con un tigre en una jaula por 8 horas y la naturaleza no nos diseñó para funcionar de ese modo.
Muchos jóvenes en sus 20 ya están con trastornos de ansiedad y algunos medicados con tranquilizantes que son recetados como caramelos y son sin embargo, los medicamentos más adictivos existentes en la actualidad. Los adultos también los consumen y hasta piensan que lo necesitan en el organismo como vitamina.
Naturalmente que si tú no entiendes de salud mental, agregaras una dosis de estos medicamentos a tu vida, tal vez para siempre, pensando que es lo único que te puede calmar.
Sin embargo, el cerebro produce de manera natural un sistema de neurotrasmisores llamados GABA, al cual se le llama también “el Valium del cerebro” porque su efecto es exactamente la de calmarnos.
Producimos GABA al caminar en la naturaleza, en un momento de calma cerca de un río o lago, meditando, orando, escuchando los sonidos de la naturaleza o una música que nos gusta y es así como nuestros ancestros sobrevivieron a las preocupaciones de la vida.
Cuando los sistemas GABA están balanceados en el cerebro nos sentimos calmados, dormimos bien y nuestra satisfacción en la vida aumenta.
Cuando hablamos de depresión y ansiedad hablamos de enfermedades muy complejas, donde muchos de los neurotrasmisores se dañan, y no sólo se curan con “pensamiento positivo” y mucho menos con una dosis de tranquilizantes, en donde pasarás de la ansiedad o la depresión a la adicción, y fumándote mariguana o cigarrillo, tampoco suena una solución muy inteligente no?
Generalmente quienes detectan un trastorno mental son los neurólogos, gastroenterólogos, cardiólogos y clínicos. Porque el que está muy nervioso o tiene taquicardia se irá a un neurólogo o cardiólogo, pero esos pueden ser síntomas de ansiedad. Otra persona irá a un gastroenterólogo pensando que tiene algún problema estomacal por la falta de apetito o por el flujo de acides en su estómago, pero esos son unos de los síntomas de depresión también.
Generalmente estos profesionales derivarán a la persona a un psicólogo quien verificará el grado de severidad de la ansiedad o depresión y de acuerdo a ello envía a un psiquiatra quien será el encargado de otorgar la prescripción correcta, ya sea el antidepresivo que podría funcionar y lo irá dosificando o cambiando si es necesario para balancear los niveles de Serotonina en el cerebro y si receta un tranquilizante debería “por ética” explicar el grado de adicción y que será temporal.
Asi que señores, quien va a un psicólogo o a un psiquiatra no está loco.
Mi madre me comentó hace algunos meses, el triste caso de un hombre que perdió a su esposa y empezó a salir a sentarse a su vereda todos los días, dejó de asistir al trabajo, y permanecía allí hasta en los días de lluvia. Fue tanta la preocupación de los vecinos que llamaron a la televisión y hablaron del caso para que lo ayudaran.
Pero señores, lidiar con la muerte de un ser amado no es fácil, y todos pasamos por pérdidas desgarradoras muchas veces, pero les digo, aquel hermoso ser humano que acababa de quedar viudo no había enloquecido, habia perdido al amor de su vida y estaba deprimido y necesitaba de un psicólogo para hablar de su dolor y colocarlo en una perspectiva más llevadera, y tal vez si su grado de depresión era muy severa, tomar antidepresivos, pero también necesitaba de su tribu que le mostrara afecto y su valor como persona.
Lamentablemente, los familiares que se enfrentan a una escena macabra y una gran tragedia como el suicidio siempre dicen lo mismo: -“no sabíamos que estaba tan deprimid@”. Es que la depresión, cuando hay prejuicio genera vergüenza y quien lo padece sufre en silencio, hasta que toma una decisión drástica para terminar con la aflicción, pero la persona que se quita la vida no es un mal ser humano, esa es la enfermedad y allí hemos perdido la batalla todos, hemos perdido la oportunidad de ayudarl@.
Muchas situaciones nos pueden llevar a la depresión, porque esta enfermedad no es sólo genética, también se activa con lo que nos ocurre en nuestro medio ambiente.
Necesitamos entender sobre salud mental, insisto, del mismo modo que entendemos de geografía y sabemos dónde está cada país. Necesitamos entender nuestra geografía interna y necesitamos ser más compasivos con las personas que padecen enfermedades mentales.
Pero también necesitamos dejar de susurrar sobre alguien que padece de ansiedad o de depresión, de llamarle a alguien “bipolar” así porque sí, o verle a un amigo inmerso en una enfermedad sumamente seria y decirle “piensa positivo”. Pero sobre todo distinguirías claramente la situación cuando un doctor te está recetando un tranquilizante.
Ese tipo de medicamentos lo deberías de tomar sólo por algunos días e implementar otras terapias que te tranquilicen naturalmente, recuperar la confianza en tu propio cuerpo para recuperarte y lidiar con situaciones de la vida, que sin duda alguna nos noquean, pero se irán y el cielo se abrirá de nuevo de sus nubes y una nueva faceta de la vida comenzará, bríndate esa oportunidad.
Más información en www.doralizaranda.com